Vissi d’arte
[…] quante miserie conobbi.
Aria de la ópera Tosca de Puccini.
Vivir del arte es una utopía para la mayoría de los artistas. Educar a través del arte es un proyecto didáctico escasamente desarrollado a pesar de las efímeras, numerosas y cambiantes leyes educativas.
Noches de jardín fue una idea que descendió de la torre de los pensamientos más profundos (torres que son, en ocasiones, prisiones cavernosas del subconsciente) alentada por amigos, compañeros y pupilos, esos fénix que dilatan la mirada sobre el arte, el aprendizaje y la docencia.
Con este número, nuestra revista, apadrinada precisamente por Cano, artista y maestro, se vincula a la naciente asociación cultural Artelibrem, gestada para la difusión del pensamiento a través de cualquier expresión artística y, especialmente, del arte dramático. Por ello, quisiera dedicar este artículo a la exposición de un proyecto de próxima realización en el ámbito laboral que espero que tenga cabida, desarrollado por amigos y colaboradores de esta asociación, en cualquier lugar que alguna mente sea capaz de proyectar.
Los fantasmas del pensamiento no siempre asoman para asustar. A veces, como prodigio o iluminación de las musas, vienen a dibujar sueños ideales a partir de la realidad para mejorarla e iluminarla. Así me sucedió. Por mayo era por mayo, cuando los estudiantes de 2º de Bachillerato del IES Santiago Hernández podían celebrar, por fin, su graduación. Allí, al ya cálido aire libre del patio, desde la primera fila a la altura del escenario, levantando la mirada al cielo, me topé con el bullicio que se confundía asomándose desde corredores y ventanas de las aulas. La tutora y compañera de Lengua y Literatura, Lola, citaba a Lorca y a Buero en su discurso de aliento al alumnado. Y allí estaba… La literatura-poesía que se levantaba del papel y se hacía vida convirtiendo la tragedia en esperanza de futuro… Habíamos despertado el espíritu de los corrales de comedias barrocos.
Comenzó entonces un dibujo (más bien una fotografía para los que ni la natura ni Salamantica nos han prestado las dotes de la iluminación) de lo que sería iniciar un proyecto entre todos los departamentos didácticos del instituto para hacer una recreación histórica de un corral de comedias lo más rigurosa posible.
Con poca experiencia pero mejor voluntad, me había interesado en otros momentos de la docencia por ese teórico “aprender a través de proyectos”. Las miserias de esta profesión, sin embargo, hacen que este tipo de ideas naufraguen muchas veces en insondables mares burocráticos.
Charlando sobre estas ideas con José Luis Cano, me ilustró (valga aquí el juego de dobles sentidos del término) con el libro Educación por el arte de Read. No conocía esta lectura, pero apenas empecé a hojearla descubrí que esa era la clave que llevaba tiempo buscando y que, como es lógico, estaba ya en Platón. La salvación educativa (si es que existe) viene de la mano del arte. Enseñar requiere pasión, dedicarse muchas veces “por amor al arte” a tratar de inspirar y transmitir el mismo afecto que se siente por una disciplina en quienes están más o menos dispuestos, o predispuestos, a aprender. Lo que enseñamos tiene que ser una materia viva, real, tangible, no un conocimiento teórico aislado y clasificado. Las ideas del papel tienen que hacerse vida y tenemos que verlas desde el prisma lorquiano teatral: llorando, riendo, curioseando, enfadándose, improvisando…
A través del arte se funden la imagen y el concepto, correlacionados y unificados, es la fusión del pensamiento y el sentimiento, en armonía, como las leyes del universo y el comportamiento de la naturaleza.1
El arte tiene unas reglas, pero nadie que siga las reglas se convierte en artista (este pensamiento, un tanto falacia, presente en la Fábula del burro flautista y en la enseñanza para la Ilustración). Podemos y debemos estudiar, memorizar, esquematizar, pero si no conseguimos insuflar un halo de vida, de pasión, de utilidad, incluso, no habremos conseguido los tan anhelados aprendizajes significativos. Aprender jugando, dramatizando, poniéndonos en la piel de otros tiempos y lugares es conseguir el verdadero saber humanístico.2 Como dice de nuevo Read, todo es “memorable y utilizable en la medida en que toma forma artística.”3 Para ello hace falta proyectar, pensar, escribir…, pero sobre todo hace falta amor al arte. En esta visión artística de la praxis docente no se trata de generar solo conocimientos, sino de alcanzar la verdadera sabiduría que es integradora, mutualista, generadora de compensaciones y equilibrios con el objetivo final, por tanto, de formar no solo seres con conocimientos, sino mejores personas y sociedades.4
No es tarea fácil, sin embargo, coordinar tal proyecto, pues implica a muchos departamentos didácticos y al conjunto de la organización social educativa.5 Cuando de pronto una idea del departamento de Historia, Música o de Inglés hace que salte la chispa de un proyecto colaborativo no debería ser tan complicado ponerlo a andar. Una comedia sobre el tablado del escenario mientras Shakespeare debate con Cervantes, Lope, clérigos, matemáticos o filósofos en la tertulia antes de que se organice un bullicio en la cazuela que se intentará solventar con las artes oratorias pero que seguramente concluirá en un duelo a espadas entre mosqueteros y entrenados esgrimistas hasta que ponga orden la autoridad nobiliaria aragonesa de la época como el conde de Lemos, el conde de Aranda o incluso, la autoridad real... Cada alumno y alumna en un papel. Rompiendo las convenciones temporales, atrezzados con la ayuda de los expertos de Imagen Personal y Peluquería y decorados diseñados por Tecnología y Plástica… Todos intentando darle al Barroco un aire más democrático e igualitario. Confrontar etapas históricas para entenderlas. Saber que el mundo ha evolucionado pero que lo lúdico y el entretenimiento no estaba reñido con el saber ni con la cultura. Dar vida a este proyecto imaginado, no es (lo sabemos) tarea simple.
Varias han sido las propuestas para intentar poner en práctica en el ámbito educativo las recreaciones históricas, aunque aún queda mucho por hacer.6
Una recreación histórica es la puesta en escena de un acontecimiento histórico “con todo lo que ello conlleva; es una especie de gigantesca obra de teatro pero con marcadas diferencias: la principal entre una recreación y una actuación dramática del período es el grado de inmersión en la misma, así como la posibilidad de improvisación.”7 Si bien hay muchos tipos de recreaciones en función de los tipos de personas y su implicación. Las categorías, estudiadas por Cabrera Asensio,8 serían desde los Hardcore o auténticos que investigan a fondo el acontecimiento histórico que se va a recrear y tratan pormenorizadamente todos los aspectos que se van a tratar, pasando por los Mainstream, que investigan pero buscan más llegar al público y se comportan de un modo más actual y moderno, hasta los Farbs, los que no destinan mucho tiempo ni dinero puesto que no les importa caer en ciertos anacronismos con tal de hacer llegar al público la esencia del acontecimiento. Nuestro proyecto trataría de partir de una rigurosa investigación histórica pero en la puesta en actio se quedaría entre Farbs y Mainstreams, puesto que “los grupos de recreación deben aproximarse lo máximo posible a la situación del momento representado, evitando anacronismos” pero sin “un desmesurado afán por el detalle […] que olvida frecuentemente la importancia del relato, de la actitud y del discurso histórico que ha de recrear”.9
En primer lugar se trataría de transmitir, en el caso de nuestra recreación del corral, el espíritu de la época barroca partiendo de una investigación en el aula desde las diferentes materias. Desde Lengua y la Literatura se trataría de hacerles ver cómo era la lengua en el siglo XVII y cómo los aspectos sociales y las causas históricas desembocaron en el concepto del desengaño barroco, periodo en el que, sin embargo, lo artístico y lo lúdico fueron esenciales para todos los estratos sociales como medio de evasión. En este siglo de oro de las artes españolas es la primera vez que el teatro en castellano se convierte, como ya lo fue para los romanos, en un medio de cultura, pero también de entretenimiento. Es esencial transmitirle al alumnado que el ambiente teatral de esta época distaba mucho del silencio y la oscuridad desde las que contemplamos sentados en las butacas una obra de teatro en nuestra época.
El ambiente del corral sería más cercano para la mentalidad de nuestros alumnos como un concierto cuya recaudación fuese destinada mayoritariamente a causas benéficas. Los corrales eran patios de vecinos al aire libre, normalmente en el patio interior de los edificios de los Hospitales donde se albergaban enfermos y cuya recaudación iría destinada para el sostenimiento de los mismos. La gestión del corral implicaba una gestión económica en la que tenían que ponerse de acuerdo las Hermandades o Cofradías que mantenían el hospital, el Ayuntamiento de la localidad y sus autoridades y los demás vecinos cuyas viviendas colindasen con el patio (corral) de las también llamadas casas de comedias.
Al corral asistía toda la sociedad pero sin mezclarse: la nobleza en los balcones y ventanas de los aposentos alquilados por el hospital o los particulares; los clérigos y eruditos en la parte frontal de las plantas superiores en la llamada tertulia; las mujeres nobles y burguesas que acudían solas y a escondidas ocultas tras las celosías de uno de los laterales del escenario; los hombres y las mujeres de clases bajas en las entradas más baratas, en el patio, de pie o sentados en unos pocos bancos en las primeras filas rodeando el escenario pero separados de las mujeres que observaban la obra apretadas (para ello existía la figura del apretador para que pudiesen entrar cuantas más mejor) desde una especie de tribuna llamada cazuela situada junto a la puerta de entrada, de frente a la escena. La excusa para esta reunión era siempre la representación de una comedia, según el Arte nuevo de hacer comedias consolidado por Lope de Vega: una tragicomedia en la que tenían cabida los lances de amor y de espadas y en la que todos los espectadores se veían reflejados a través de los protagonistas nobles y del gracioso, que ponía el contrapunto cómico protagonizando historias de amor paródicas y enredos varios con el resto de los criados. Se trataba pues de tragicomedias que gustaron al público en general y que causaban la admiración de nobles y plebeyos (así todavía hoy los actores se desean éxito con la expresión “mucha mierda” haciendo referencia a los excrementos de las caballerías que se amontonaban a la entrada del corral de comedias cuando acudía mucho público a caballo -noble especialmente- para disfrutar de la obra teatral).
Surgieron así las primeras compañías profesionales de actores y actrices (aunque estas en menor medida y con algunos periodos de prohibiciones reales para desempeñar esta profesión, ya que el teatro no era un espectáculo moralmente apropiado para las mujeres) que recorrían la península de norte a sur representando varias comedias en su estancia en varios días en una localidad, montando y desmontando un tablado en el fondo del patio, con escasa escenografía (y casi nulos efectos de luces y sonidos en un espacio al aire libre) aprovechando los balcones y ventanas del edificio que daban al tablado y con algunos bastidores a modo de decorado conforme aumentaba el éxito y las ganancias, y empleando la parte baja y trasera del escenario como vestuario y para ciertos efectos de apariciones y desapariciones escenográficas a través de una trampilla llamada escotillón.
La llegada de una compañía a una ciudad suponía el correspondiente contrato entre los arrendatarios del corral y el autor o director de la compañía (que previamente había comprado todos los derechos en exclusiva al dramaturgo escritor de la pieza) y una campaña de publicitación en una especie de desfile previo con músicos que llamaban la atención y acompañaban a modo de cabalgata hasta la entrada del corral. Mientras el público se iba colocando en el patio se jugaba a las cartas, se refrescaban en la alojería, se producían altercados entre hombres y mujeres (que luchaban por no morir asfixiadas en la cazuela), se encendían incluso hogueras para calentarse si era invierno, los mosqueteros ponían orden ante incipientes altercados que acaban en luchas a espada… Por ello, y debido a la ausencia de telón, era preciso que una loa llamase la atención del público, pidiese silencio, e intentase captar la atención del público del patio. El público podía tocar a los actores y los rodeaba en el tablado y, por tanto, del genio del dramaturgo y de sus habilidades interpretativas dependía la atención que se prestase al texto recitado en verso. Los entreactos se llenaban con entremeses, jácaras y mojigangas cómicas y musicales y al finalizar la representación solía ser frecuente terminar en un baile, por lo que este espectáculo integrador venía a durar fácilmente más de cuatro horas durante todo el año, excepto en cuaresma, semana santa, periodos de luto oficial y algunas epidemias de peste que, como ha sucedido en nuestros días, obligaban a suspender todo tipo de espectáculos. Desde patios pequeños a otros más grandes, cualquier localidad que se lo pudiese permitir quería tener su corral.
De todo este ambiente han intentado dar cuenta el cine, las series de televisión, los videojuegos (más para las recreaciones bélicas) haciendo cada vez más creciente el interés de la sociedad y de los estudiantes por la historia mediante un cauce más real y menos académico o científico al uso. En el caso de este ambiente barroco del corral de comedias serviría para hacer ver la actualidad de muchas de las miserias de la época barroca, una época de crisis pero también de búsqueda de la supervivencia, de la evasión y de aprecio por el arte y la diversión. En una sociedad como la nuestra, marcada por la obsesión por la memoria histórica, sería un modo ideal de no anclarnos en el pasado sino de llegar al él para entender “que el patrimonio cultural se conforma como un pilar fundamental en los procesos de reflexión sobre el significado histórico de los cambios sociales, la comprensión de la evolución cultural y la aceptación de otras realidades socioculturales […] en constante proceso de evolución”.10
Las experiencias previas sobre recreaciones históricas de grupos como Prosopon, Ludere et discere y de muchas fiestas en Aragón (las alfonsadas en Calatayud, la dramatización de los amantes en Teruel, el mercado medieval de Zaragoza)11 y de otras comunidades (Tarraco viva) pueden servir de base para este modesto proyecto de recreación de un corral de comedias.
Se trataría de hacer un esfuerzo integrador, cooperativo, interdepartamental, para recrear el espacio del corral de comedias.12 Un proyecto estudiado pero sin olvidar que es esencial la improvisación para alejar el estudio de otras épocas en “torres de marfil” teóricas.13 Es hacer algo vivo tratando de democratizar la enseñanza de la cultura sin caer en la vulgarización de la historia pero para acercar nuestra historia.
Aplicando el arte en su vertiente más lúdica, según ya han desarrollado teóricos de la pedagogía como Gardner en su teoría de las inteligencias múltiples,14 conseguiríamos que no sonase la flauta y “por casualidad” solo algunos de nuestros alumnos adquiriesen una formación más amplia que les permitiese valorar una educación en libertad y el placer del saber y del arte como herramienta para liberarnos de muchas de las inevitables miserias vitales.
Imágenes:
Patio de Doña Elvira (antiguo corral de comedias) del Hospital de los Venerables de Sevilla. Fotografías de Pilar Sánchez.
Maqueta del Museo Nacional del Teatro (Almagro) y Corral de comedias de Almagro. Fotografías de Almudena Marrodán.
1 READ, Herbert, Educación por el arte, Barcelona, Paidós, 1982, p. 89.
2 Suele resultar complejo el acercamiento de las piezas dramáticas en verso para los estudiantes más jóvenes, sin embargo, se han realizado propuestas didácticas muy interesantes desde etapas educativas tempranas como la de CIENFUEGOS, Gema, “La educación literaria y el teatro del Siglo de Oro en Primaria: el proyecto Comedia-Va”, Multiárea. Revista de didáctica, nº 8 (2016), pp. 147-170.
5 FELICES DE LA FUENTE, María del Mar y HERNÁNDEZ SALMERÓN, Julia, "La recreación histórica como recurso didáctico: usos y propuestas para el aula", Heritage & Museography, nº 20 (2019), pp. 39-53.
6 ALBA PAGÁN, Ester y REQUENA JIMÉNEZ, Miguel, “La recreación histórica como historia pública: reflexiones en torno a su inclusión en el debate académico” en Hispania Nova. Revista de Historia Contemporánea, nº 1 Extraordinario, 2020, pp. 186-217. Cita de la p. 191.
7 CABRERA ASENSIO, Jonathan, “Las recreaciones históricas y sus fundamentos (Qué es, Quiénes somos, Cómo Crearlas)”, ASRI. Arte y Sociedad. Revista de Investigación, nº 3 (2013), p. 1.
9 ALBA PAGÁN y REQUENA JIMÉNEZ, op. cit., p. 210.
11 Este tipo de recreaciones han sido estudiadas, entre otros, por AQUILLUÉ DOMÍNGUEZ, Daniel, “La recreación histórica y las asociaciones culturales de recreación histórica en Aragón”, El recreacionismo histórico, el patrimonio y la arqueología como motores del turismo del territorio, Zaragoza, 2019, PP. 45-56.
12 El valor de los espacios defendido por la UNESCO estaría también enmarcado en el aprendizaje de las competencias. Véase ALBA PAGÁN y REQUENA JIMÉNEZ, op. cit., nota al pie 29, p. 197.
14 Para la aplicación pedagógica del arte, véase RUIZ MEJÍA, Jairo, "El arte en la educación según Herbert Read" en Revista Aleph http://www.revistaaleph.com.co/component/k2/item/127-el-arte-en-la-educacion-segun-herbert-read.html y SAVATER, Fernando, El valor de educar, Barcelona, Ariel, 1997.