Por fin han llegado las vacaciones para el viajero, su mujer y sus dos hijos se van a hacer el camino de Santiago, él no puede ir con ellos, no dispone de días suficientes y además ya lo hizo el año pasado con un amigo. Por tanto, deberá planificarse sus vacaciones de otra manera: leer, ir al cine, quedar con amigos, en fin, lo que no puede hacer normalmente en época de trabajo. Mientras toma un café quiere buscar algún libro que le sirva para iniciar su lectura. Se da cuenta que la tarea que debería hacer, ahora que tiene tiempo libre, es ordenar los libros en las estanterías de alguna manera lógica para poder encontrarlos más fácilmente. Así, de repente, se le ha ocurrido una idea que puede resultar divertida. Como tiene que sacar todos los libros de los estantes para poder colocarlos por género, orden alfabético y demás, según los vaya sacando desde el primer estante de la parte de arriba, uno a uno, irá comprobando qué libros están relacionados con parajes naturales o rústicos que hayan representado para sus autores algo importante: pueblos, valles, ríos o montañas, se trata de hacer un repaso por esos lugares para tratar de sentir los textos una vez en los sitios que en ellos se mencionan. De alguna manera sería como leer con los pies.
Empieza el juego…
1º DÍA.
El viajero va sacando libros, el primer libro que se presta a la idea es: El Lazarillo de Tormes.
"Caeció que llegando a un lugar que llaman almorox, al tiempo que cogían las uvas, un vendimiador le dio un racimo dellas en limosna". El Lazarillo de Tormes. A.D.
Almorox está situado en la carretera N-401 (Toledo – Ávila).
Después de acceder a la plaza, el viajero contempla la iglesia de estilo gótico tardío, de principio del siglo XVI, con una bonita portada renacentista. En su interior posee varias joyas pictóricas: un San Roque atribuido a Juan Correa de Vivar y una Santa Lucía de Berruguete.
Al salir de la iglesia, le llama la atención una especie de columna situada en el centro de la plaza, llamada la picota, de estilo también renacentista. Este monumento representa la independencia del pueblo sobre el Ducado de Escalona y la obtención del título de Villa en 1566. En la plaza se encuentra también el ayuntamiento, construido en tiempos del rey Carlos III, en 1799.
Después de pasear por las calles del pueblo, el viajero se toma un café en la plaza, donde conversando con un paisano le recomienda dar un paseo por el pinar situado a la salida del pueblo por la misma carretera, un fabuloso bosque de pinos donde habitan, jabalíes, ciervos y ardillas, entre otros.
“Estábamos en escalona, villa del duque della, en un mesón, y diome un pedazo de longaniza que la asase." El Lazarillo de Tormes. A.D.
A siete kilómetros de Almorox, en la misma carretera, se encuentra Escalona situada junto al curso del río Alberche. Lo primero que observa el viajero es la gran muralla que de forma intermitente circunvala el pueblo, data del siglo XII, adosada a ella el castillo-palacio de origen mudéjar, del siglo XV. El viajero se presta a visitarlo, en su interior han ocurrido episodios importantes de la historia de Castilla. Aquí nació el Infante Don Juan Manuel (1282), poeta y autor del Conde Lucanor. Más tarde, en el siglo XV, Juan II de Castilla entrega el castillo a su Favorito Don Álvaro de Luna, quien construye el palacio interior donde se celebraban suntuosas fiestas, el rey Juan II tenía habitaciones reservadas. En aquella época se llegó a decir que Escalona era la corte de los prodigios de Castilla. A pocos metros del castillo se encuentra una bonita plaza porticada presidida por su ayuntamiento, precisamente allí, en una de sus columnas, fue donde ocurrió el famoso episodio del ciego y el Lazarillo, de hecho, en el templete de la plaza está representada la escena sobre detalles cerámicos.
Es hora de comer, el viajero tendrá ocasión de reponer fuerzas en los numerosos bares y restaurantes que hay en el pueblo, antes de visitar el Monasterio de la Encarnación construido en el siglo XVI. Es una obra de transición gótico renacentista, donde destaca su portada plateresca.
"En otro día, no pareciéndome estar allí seguro, fuíme a un lugar que se llama Maqueda,
adonde me toparon mis pecados con un clérigo…” El Lazarillo de Tormes, A.D.
A trece kilómetros de Escalona, por la misma carretera en dirección a Toledo, se encuentra Maqueda, con sus silenciosas calles que han sido testigo del paso de viejas culturas prehistóricas, de romanos, árabes y reconquistadores cristianos. Adentrándose por sus calles, el viajero llega a la plaza donde se encuentra la iglesia de Santa María de los Alcáceres y la Torre Vela, una antigua torre de otra fortaleza
anterior del siglo XII. Cerca de allí se puede visitar el castillo que fue en sus inicios un antiguo puesto de vigía romano, en el siglo XV fue reedificado por el matrimonio Cárdenas-Enríquez, cuyo escudo de armas puede verse sobre la puerta de entrada.
Empieza a anochecer, es hora de volver a casa a buscar el reconfortable descanso que permita al viajero estar en forma para el día siguiente. De camino a casa, el viajero piensa qué le pudo pasar al autor del Lazarillo, si fue un lapsus geográfico o qué fue, pero el caso es, que, después del episodio del ciego en Escalona, el Lazarillo dice:
“y, antes de que la noche viniese, di conmigo en Torrijos.” El Lazarillo de Tormes, A.D.
De Escalona a Torrijos hay veinticinco kilómetros, es imposible que en una tarde y lloviendo pudiera Lázaro ir andando a Torrijos que está después de Maqueda para volver luego a Maqueda en el mismo día.
2º DÍA.
Aún con las legañas en los ojos, el viajero continúa con su labor y después de sacar varios libros no válidos para la causa, se encuentra con un tomo del Quijote.
“.... se quería ir a cumplir con su oficio, buscando las aventuras, de quien tenía noticia que
aquella tierra abundaba, donde esperaba entretener el tiempo hasta que llegase el día de las
justas de Zaragoza, que era el de su derecha derrota; y que primero había de entrar en la
cueva de Montesinos, de quien tantas y tan admirables cosas en aquellos contornos se
contaban, sabiendo e inquiriendo asimismo el nacimiento y verdaderos manantiales de las
siete lagunas llamadas comúnmente de Ruidera.” El Quijote. Cervantes Saavedra, M.
Una vez se llega a Argamasilla de Alba hay que coger la carretera CM-3109. El viajero ya puede observar la grandeza del embalse de Peñarroya con el color de sus aguas y las esbeltas torres del castillo cuyo origen fue un fuerte musulmán que pasó a manos cristianas a finales del siglo XII. Dejando atrás el castillo, el siguiente punto es el pueblo de Ruidera. Cerca del cementerio, el viajero va a ser testigo de un
fascinante fenómeno geográfico, llamado “el hundimiento”. Cierto día, a mediados del siglo XVI, por la fuerza del agua, hubo unas tremendas inundaciones y se produjo un hundimiento en el terreno que originó una gran cascada que perdura hasta hoy. El viajero queda fascinado de ver cómo el agua que se recoge en una gran poza desaparece bajo tierra y no volverá a la superficie hasta pasados varios kilómetros en Villarrubia de los Ojos.
El viajero emprende el camino lineal siguiendo el sentido contrario del fluir del agua y divisa un auténtico paraíso de color turquesa, quince bellas lagunas de origen kárstico, comunicadas unas con otras a través de barreras tobáceas, produciendo un efecto paisajístico único de cascadas y saltos de agua. El viajero aprovecha para hacer múltiples fotografías recogiendo los efectos de la luz al tamizarse entre el agua.
Siguiendo por la carretera de Ruidera a Ossa de Montiel, en paralelo a las lagunas, el viajero para a comer en una de las ventas, se deleita con unas migas castellanas y un buen vino de la tierra, eso hace que tome energías para llegar al siguiente punto de la ruta: la cueva de Montesinos.
La cueva de Montesinos fue habitada por el hombre en el Neolítico. Para bajar se necesita llevar una linterna y una cuerda para marcar el camino y no perderse. El viajero puede observar al entrar en las profundidades de la cueva colonias de murciélagos, estalactitas y estalagmitas.
Tras un quijotesco día, van desapareciendo los reflejos luminosos del sol en las lagunas y el viajero regresa a casa. Por el camino va pensando cuál de todas las hijas y sobrinas de Ruidera es la más bella.
“Sólo faltan Ruidera y sus hijas y sobrinas, las cuales llorando, por compasión que debió de tener Merlín dellas, las convirtió en otras tantas lagunas, que ahora, en el mundo de los vivos y en la provincia de la Mancha, las llaman las lagunas de Ruidera; …Guadiana, vuestro escudero, plañendo así mesmo vuestra desgracia, fue convertido en un río llamado de su mesmo nombre.” El Quijote. De Cervantes Saavedra, M.
3º DÍA.
Con el café de la mañana, el viajero elige otro libro: Cartas desde mi celda. Gustavo Adolfo Bécquer.
"Ya estaba para acabar el día. El cielo, que desde el amanecer se mantuvo cubierto ynebuloso, comenzaba á oscurecerse á medida que el sol, que antes trasparentaba su luz á través de las nieblas, iba debilitándose, cuando, con la esperanza de ver su famoso castillo como término y remate de mí artística expedición, dejé á Litago para encaminarme á Trasmoz, pueblo del que me separaba una distancia de tres cuartos de hora por el camino más corto.” Cartas desde mi Celda. IV carta. Bécquer, G.A.
Pasada la población de Tarazona, dirección Zaragoza por la N-122, a pocos kilómetros sale el desvío hacia Vera del Moncayo, por la carretera Z-372.
El viajero inicia el camino por las calles del pueblo hasta llegar a un paseo donde hay un cartel indicativo del monasterio. Entre un pequeño bosque de chopos y olmos, frente a la entrada al Monasterio de Veruela, se encuentra la Cruz Negra, plasmada en un grabado de Valeriano Bécquer, hermano del poeta Gustavo Adolfo Bécquer, al que acompañó en su estancia en el Monasterio de Veruela y aprovechó
para pintar varias obras. Una vez allí se puede visitar el Monasterio de la Orden Cisterciense construido en el siglo XII. En el interior del monasterio, además de la capilla, claustro y demás estancias interesantes, se puede visitar el museo del vino, que hace honor a los vinos de Campo de Borja.
Después de una cata de vinos a la que el viajero no ha podido resistirse, iniciará la ruta más animado si cabe, deberá coger el camino que sale de la Cruz Negra entre frondosos árboles con la figura del Moncayo siempre a la vista como si fuera un centinela. Después de una hora de marcha el viajero se topa con un cartel indicando poblado celtibérico, a pocos metros puede ver las ruinas del poblado celtibérico de Oruña. De vuelta al camino principal, a media hora aproximadamente, llega a Trasmoz, el pueblo de las brujas según escribía Bécquer en sus Cartas desde mi celda. Al entrar en el pueblo hay una estatua del poeta, realizada por Luigi Maráez.
Al caminar por sus pintorescas calles, que le transportan a un cuento mágico llega al museo de la brujería, lugar donde el viajero puede leer varios episodios de la obra de Bécquer además de ver un sinfín de artilugios relacionados con la brujería. Cerca de este museo se encuentra el castillo o, mejor dicho, las ruinas del castillo, cuya importancia radica en su enclave, junto con el halo de misterio y leyendas que han surgido en su entorno. Cuentan que allí se reunían las brujas para organizar aquelarres. Al lado del castillo está el pequeño cementerio donde Bécquer se inspiró para componer la rima LXVI de su obra Rima:
“Donde habite el olvido allí estará mi tumba”.
El viajero está emocionado por el ambiente tan especial que hay en el pueblo y decide pasar la noche en uno de sus alojamientos rurales, entre la tranquilidad y el embrujo de la noche.
4º DÍA.
Con un buen desayuno para hacer más llevadera la senda hasta Litago, una hora de camino aproximadamente, el viajero puede apreciar en este punto las vistas más bonitas del Moncayo. Litago es un pueblo pequeño, cuyo atractivo es su ubicación, de allí salen las rutas para subir al Moncayo para contemplar sus hermosas vistas.
Como curiosidad, allí está la sede creativa de la editorial Olifante, una editorial que se dedica en exclusiva a la poesía.
Aquí se termina la ruta llamada de los hermanos Bécquer, al viajero le esperan siete kilómetros y medio de camino para volver al inicio de la ruta en el Monasterio de Veruela. De camino a casa, el viajero va pensando en la historia de la “tía Casca” que Bécquer relata en la carta número seis de su libro Cartas desde mi celda.
5º DÍA.
Al levantarse, el viajero está impaciente por averiguar su nuevo destino y decide seguir vaciando la estantería. Ya va casi por la mitad, en este caso tiene entre sus manos un libro muy apropiado: Paisajes del Alma de Miguel de Unamuno.
"Baja el Duero por tierras de Zamora, tendido en la llanada y espaciándose por ella; mas al ir a entrar en la provincia de Salamanca, dividiendo a ésta de Portugal, hacia donde le rinde el Tormes sus aguas, entre Fermoselle y Villarino, se mete en las entrañas de la meseta castellana para ir a entrar en tierra portuguesa. Resquebrajarse la meseta en hondos desgarrones, mostrando al descubierto sus berroqueñas entrañas, pedernoso cimiento de la ceñuda tablada de Castilla. El agua terca, que talla las rocas gota a gota con singular trabajo, ha ido carcomiendo su peñascoso lecho y buscando salida entre esguinces y revueltas". Paisajes del alma. De Unamuno, M.
Al llegar a Salamanca, hay que tomar la SA-300 dirección Ledesma, y es allí donde el viajero empieza la ruta por las tierras que tanto gustaron a Miguel de Unamuno. Una vez que pasa por el impresionante puente medieval sobre el río Tormes, se dirige a la antigua Iglesia de San Miguel, hoy centro de interpretación donde se informa detalladamente de los puntos a visitar. Por empinadas calles se llega a la
fortaleza de Ledesma, el viajero tendrá que pedir la llave en un bar cercano para poder pasar, tal y como le indicaron en el Centro de interpretación. Tiene un gran patio de armas, desde donde se aprecia una buena vista de todo el pueblo y el río Tormes. Descendiendo por la zona sur de la fortaleza se llega a la Iglesia de Santa Elena, de estilo románico. Debe subir otra vez a la fortaleza y situarse en los restos de la muralla que antiguamente rodeaba la ciudad. Siguiendo la muralla está el hospital de San José, hoy sala de exposiciones. Próximo al hospital, la casa de La Alhóndiga, construida en el siglo XVI para el auxilio de los pobres. Esa misma calle lleva al viajero a la plaza Mayor, en este punto puede comprobar por qué Ledesma es considerada conjunto histórico, ahí se concentran un gran número de monumentos muy bien conservados: el palacio de Beltrán de la Cueva, la casa de Los Roderos, el arco de Los Roderos, el palacio de los Trasmiera, actual ayuntamiento, y la iglesia de Santa María la Mayor del siglo XVI de estilo gótico
hispano-flamenco. Estas construcciones son buena muestra de la historia que alberga entre sus calles esta singular villa. Pasando por el arco de San Nicolás se accede al mirador del Tormes y al lado está el mirador de Menhir, un monolito que se cree pudiera ser de la edad de hierro.
El viajero elige para comer uno de los mesones castellanos de la zona donde saborear un buen jamón de Guijuelo con un buen vino de la ribera del Duero. Continúa la ruta por la carretera de Villarino, bordeando el pantano de la Almendra, llega a la presa de la Almendra, también conocida por salto de Villarino. El viajero se queda impresionado por su tamaño, la mayor de España, tres kilómetros de longitud y ciento dos metros de altura. A pocos kilómetros está Fermoselle, considerado también conjunto artístico-cultural, con sus casas de granito y piedra, sus pintorescas callejuelas y sus bodegas. El viajero va dejándose llevar entre quebradizas calles hasta la Plaza Mayor, una coqueta plaza donde se desarrollan
todos los acontecimientos festivos del pueblo a la sombra de la Iglesia de la Asunción y el ayuntamiento. Desde la plaza, subiendo por unas escaleras, se llega al mirador del Castillo, se trata de los restos del Castillo de Doña Urraca, donde se aprecia una buena panorámica del encañonado río Duero. Tras un agradable paseo por las calles del pueblo, algunas de ellas adornadas con flores y plantas que le dan
un toque de color y popularidad, el viajero no quiere perderse unos de los mejores atardeceres de la zona y para ello debe subir al mirador de Torojón, con unas vistas impresionante del pueblo. Ha decidido pasar la noche en un hotel rural, pero antes dará una vuelta por algunas de las bodegas abiertas al público para probar uno de los vinos de la zona que tanta fama tienen. Le llama la atención que la mayoría de las casas del pueblo tienen dos puertas, una de entrada a la casa y otra más pequeña para entrar a la bodega. Al ver que se quedaba mirando una de las puertas con su escalera, un amable paisano le ha invitado a visitar la bodega de su casa, después de bajar estrechos e incontables escalones, al llegar se abre un gran espacio que alberga: bodega, barbacoa, comedor, salón de baile y una chimenea que da al exterior. Después de ofrecerle un vino y algo de matanza, el paisano le comenta que hay más de mil bodegas como esta en el pueblo, un auténtico mundo subterráneo.
6º DÍA.
A cuarenta kilómetros por la carretera que va paralela al cauce del río Duero, se hallan las localidades de Pereña y Masueco, desde cualquiera de las dos se puede observar una de las cascadas más altas de España, 50 metros de altura, se trata de la cascada del Pozo de los Humos. El viajero decide ir a Masueco para ver la Iglesia de San Nicolás de Bari del siglo XV, tiene la torre ligeramente inclinada debido al terremoto de Lisboa en 1755. Desde el mismo pueblo sale una pista forestal que lleva al aparcamiento donde está la indicación del inicio de la senda que va al Pozo de los Humos, llamada la senda de Unamuno. El viajero prepara la cámara porque el espectáculo está servido, la naturaleza siempre sorprende con algo diferente, el río Uces entrega sus aguas al Duero en una caída libre de 50 metros, creando una atmósfera indescriptible producida por el vapor del agua que forma una neblina a su vez atravesada por los rayos del sol. También se puede acceder a la cascada por una senda que sale del pueblo de Pereña, se accede a la parte baja de la cascada donde se observa otra vista más completa de la misma.
Ahora, el viajero se dispone a ir al corazón de los Arribes según describió Unamuno, Aldeadávila de la Rivera, un pueblo pequeño con mucha actividad cultural. Allí el viajero visita la Iglesia de San Salvador del siglo XIII y la Torre de Aldeadávila del mismo siglo, construida como fortaleza militar. Antes de ir a los miradores, el viajero se ha topado con el museo de ecoturismo Las Majadas Arribeñas, donde ha podido ver cómo vivían los cabreros en las majadas, construcciones de piedra típicas. A cinco kilómetros del pueblo está el Llano de la Bodega, zona recreativa con mesas de piedra donde el viajero aprovecha para tomar un refrigerio que había preparado antes de salir. Después de unos minutos traspuesto bajo la sombra de un pino, inicia la marcha por un pequeño camino al Picón de Felipe, desde donde se puede
distinguir el vuelo de una familia de buitres leonados, especie muy frecuentes por la zona de los Arribes. Cerca de allí en dirección a la presa, el viajero se queda boquiabierto con la impresionante obra de ingeniería que representa la presa de Aldeadávila, desde el mirador Picón del Fraile. A doce kilómetros, siguiendo la Raya, denominación de los pueblos situados al lado del Duero formando una frontera física con Portugal, el viajero va a poder contemplar los mejores miradores de los Arribes, especialmente el mirador de La Code que cautivó a Miguel de Unamuno cuando lo vio. Se accede por un camino que sale de la plaza del pueblo.
Antes de llegar al mirador de La Code sale una senda al mirador del Colagón del Tío Paco, no menos impresionante que el anterior. Desandando lo andado, el viajero regresa a la plaza del pueblo de donde parte el camino al último mirador de la zona. A tres kilómetros está el mirador de la Peña del Águila, es desde allí, desde donde el viajero va a llevarse una bonita puesta de sol a casa, será el último punto de la
ruta por los Arribes.
7º DÍA.
Después de un relajado desayuno con periódico en mano, ya que en vacaciones no existen las prisas, esta vez el viajero cogerá un libro de la parte baja de su estantería: Cañas y barro de Blásco Ibañez.
“El segundo domingo de Julio era para el Palmar el día más importante del año. Se
sorteaban los redolins, los puestos de pesca de la Albufera y sus canales, entre los vecinos
del Palmar … "Cañas y Barro”. Blasco Ibáñez, V.
Al llegar a Valencia hay que coger la V-30, dirección Alicante, continuar recto y tomar la salida 1, CV 500.
El viajero atraviesa el parque Natural de la Albufera para dirigirse a El Palmar, allí rápidamente se siente impregnado de esos ambientes que Blasco Ibáñez describía en su novela Cañas y Barro: los canales, las típicas embarcaciones con sus pescadores, el pueblo rodeado de agua que parece una isla en medio de un pequeño mar y los extensos campos de arroz. El viajero ve como navega entre los canales una Vela Latina, embarcación ancestral que deja una estampa bucólica para ser inmortalizada en su cámara.
Ahora el viajero se dirige al centro del pueblo y entre casas tradicionales está La Barraca dels Arandes, una construcción del siglo XIX, muy bien conservada, quemuestra la forma de vivir de las gentes que habitaban la Albufera. Con los aromas arroceros que destilan las calles, es inevitable y casi obligado que se acuda a degustar la principal atracción que hoy por hoy hace famoso a este pueblo: la cantidad de arrocerías y la cantidad de tipos de arroces que se pueden saborear en ellas. Con las expectativas culinarias cubiertas, el viajero emprende camino a La Trilladora del Tocayo, conjunto de casas donde se muestra cómo hace más de cien años se sacaba, se trillaba y almacenaba el arroz. Cerca de allí está el centro de interpretación piscícola, que se dedica a la recuperación de especies autóctonas de la laguna, lugar donde el viajero aprovecha para hacer una fotografía de los canales, el lago y los campos de arroz.
El viajero emprende ruta al lago de la Albufera, concretamente al embarcadero, sitio idóneo para contemplar unos atardeceres de cuento donde parece detenerse el reloj, es algo hipnótico y la relajación plena. Los árabes la denominaban “Espejo del Sol”. Y viendo cómo una pareja de novios orientales apura los últimos rayos de sol para su reportaje nupcial, el viajero se retira a respirar la brisa de la noche en algún hotel del Saler.
8º DÍA.
Con un feliz desayuno el viajero se dispone a patear “La Devesa del Saler”, son diez kilómetros de senderos a lo largo de la playa que separan el mar de la Albufera, donde se puede observar un impresionante bosque mediterráneo con su flora autóctona, dunas móviles y dunas fijas.
Con la sensación de haber disfrutado de un bonito día, el viajero emprende viaje de regreso.
9º DÍA.
Como estos días, el viajero acude a la cita para descubrir qué viaje le depara el azar. Según va sacando libros del estante se topa con uno que puede llevarle a un viaje interesante:
El Río que nos lleva de José Luis Sampedro.
“El Alto Tajo no es una suave corriente entre colinas, sino un río bravo que ha formado a la fuerza un desfiladero en la roca de la alta meseta. Y todavía corre e infatigable la dura peña saltando en cascadas de un escalón a otro, como los que han dado nombre a aquel valle. Sí, el esfuerzo del río continúa: lo demuestra el aspecto caótico de obra a medio hacer, con los desplomes de tierra al pie de los acantilados, los enormes barrancos rodados desde lo alto hasta en medio del cauce, la fuerza de las aguas y su espuma constante. El río bravo sigue adelante, aislado de los campos cultivados y de sus gentes, para que nadie venga a dominarle con puentes o presas, con utilidades o aprovechamientos. Los pueblos le huyen, asustados por las bajadas al barranco y temerosos de las riadas. Apenas los pastores se le acercan por necesidad. Sólo los gancheros se atreven a convivir con él, y aun así parece enfadarse para sacudirse los palos de sus aguas y enfurecerse más aún contra los pastores del bosque flotante”. El Río que nos lleva. Sampedro, J.L.
Hay que coger la A-2 dirección Zaragoza y a la altura de Alcolea del Pinar, dirigirse por la N-211, hasta Molina de Aragón. El viajero inicia la ruta en la localidad de Molina de Aragón, se dirige hacia la puerta del Reloj para visitar el castillo del siglo XIII, impresionante fortaleza en lo alto de la colina con numerosas torres cuadradas y las murallas que rodean la villa. De camino al centro histórico pasa por el puente románico atravesado por el río Gallo. Hay numerosas iglesias, entre otras, le llama la atención la Iglesia de Santa Clara del siglo XII, la Iglesia de San Pedro, por su espadaña mudéjar y la Iglesia convento de San Fernando donde está el museo de la ciudad. El viajero se dirige por la “Calle de arriba”, camino a la judería donde puede encontrarse con casas medievales que pertenecieron a familias judías. Por el casco antiguo, como prueba de la relevancia que tuvo esta villa en la edad media, se pueden distinguir numerosos palacios y casas blasonadas en buena conservación. A diez kilómetros de Molina por la GU958, la carretera empieza a encajonarse entre paredes de color rojizo con gran cantidad de sedimentos que demuestran la existencia de un enorme río hace miles de años. Más adelante está la ermita de la Virgen de La Hoz, del siglo XIII, situada en un lugar idílico metida en las entrañas del barranco, un remanso de paz del que surgen escaleras que van a diversos miradores, donde el viajero, dadas las horas de la tarde, se deleitará con las vistas del cañón ya entre luces.
De regreso a Molina para hacer noche, desde la carretera se ve la majestuosidad del castillo con sus torres y su muralla resaltada por el alumbrado artificial y la tenue luz del anochecer.
10º DÍA.
Apurando un café. El viajero estudia los puntos de la ruta que le va a llevar por los mismos parajes que emplearon los gancheros para transportar los troncos hasta Aranjuez, según cuenta José Luis Sampedro en su novela El Río que nos lleva.
Saliendo de Molina por la carretera CM- 210 a dieciséis kilómetros, sale la CM- 2106 y, tras diecinueve kilómetros, se llega a Peralejos de las Truchas, un pueblo pequeño cuyo atractivo principal son las formaciones rocosas que se han formado en torno al río. Siguiendo el curso del río, sale una pista forestal hacia la laguna de Taravilla, un paisaje natural donde el viajero aprovecha para darse un baño y
comerse un melocotón de la tierra. Una vez seco y relajado, el viajero continúa laruta siguiendo el cauce del río, donde se encuentra el Salto de Poveda, en realidad es una cascada artificial, se quiso hacer un salto de agua, pero quedó sin construir, circunstancia que lejos de desmerecer, complementa la belleza de la zona. Peñalén es el siguiente punto en la ruta de los gancheros, pueblo del que además de su privilegiado entorno, se puede destacar su iglesia románica. Es hora de comer y a pocos metros del pueblo se oye el murmullo de las aguas del Tajo, buen lugar para comer algo y quedarse traspuesto bajo un árbol aprovechando el relajante sonido del río. El viajero emprende ruta de nuevo, Zaorejas, pueblo que alberga el museo de los gancheros y el centro de interpretación del Alto Tajo. Allí va a ser sorprendido con un mirador que posiblemente sea el más espectacular del Alto Tajo, conocido como el mirador de Zaorejas. Continuando por la carretera CM 2015, el escenario mágico transcurre entre cañones y bosques, al llegar al puente de San Pedro, se accede a la cascada de Escaleruela, viendo esta cascada, último punto de la ruta, el viajero regresa a casa haciendo una reflexión sobre las dificultades tan tremendas que tendrían los “pastores de bosques” como los llamaba Sampedro, para trasladar los troncos río abajo hasta Aranjuez.
El viajero vuelve a casa, se acabó el periplo vacacional ya no quedan libros en las estanterías ahora procede a limpiar los estantes y colocar con un orden lógico sus libros para facilitar su búsqueda. La experiencia tanto intelectual como espiritual ha sido muy enriquecedora, mañana viene su familia y toca volver a la realidad.