Si algo unió a estos dos grandes artistas fue la huella que les dejó la Segunda Guerra Mundial. Una huella que dejaron plasmada en sus obras. Tanto el británico Francis Bacon (1909-1992) como el suizo Alberto Giacometti (1901-1966) encontraron su camino como artistas después de la guerra, y obtuvieron esa singularidad propia del talento y del ingenio. Durante la guerra, a muchos de los artistas europeos se le negó la capacidad de trabajar, fueron perseguidos, e incluso llevados a campos de concentración. Algunos consiguieron escapar, y otros, con menos suerte, murieron. Este horror vivido, imposible de digerir, marcó la vida de la humanidad y de los artistas del momento que llevaron su arte hacia la experiencia vivida. El arte ya no pudo seguir la línea marcada anteriormente a la guerra. Fue imposible hacer como que nada había ocurrido y seguir hacia adelante. Los ideales y normas de la Ilustración no tuvieron cabida en un mundo caótico en el que había ocurrido algo tan espantoso, imposible de asimilar y de afrontar. Debido a la invasión alemana, los artistas europeos huyeron a América para ejercer su profesión artística libremente. París dejó de ser el centro de la cultura y del movimiento artístico para trasladarse a Nueva York. El arte ya no se pudo conocer como se había hecho hasta entonces. Las llamadas Bellas Artes, que se dividían en pintura, escultura y arquitectura, se habían transformado en Artes Visuales, en las que el artista experimentaba.
Los sucesos vividos en la Segunda Guerra Mundial, el desencanto de la cultura occidental, la penuria de la posguerra y las vivencias personales influyeron en la obra de Giacometti y Bacon. En el caso de Bacon, su condición sexual fue un añadido más que contribuyó a condicionar sus pinturas.
Los artistas volvieron al arte primitivo y se implicaron en al cuerpo. La influencia de la escultura antigua la encontramos en obras de Giacometti como en “La pierna” de 1958 (Kunstmuseum Basel, Suiza, fig.1) o “Gran cabeza” de 1960 (fundación Beyeler). Las obras “Hombre que camina” de 1960 (Fundación Giacometti, fig.2) o “Mujer que camina” se inspiran en la estatuaria egipcia. La belleza se agota, el cuerpo humano se destruye, y ya no hay armonía.
Ambos artistas experimentaron, diseccionaron y estudiaron el cuerpo. La cultura primitiva y el arte autóctono estuvieron influenciados por muchos artistas de la vanguardia como Picasso en obras como “Les Demoiselles d’Avignon” de 1907 (Museo de Arte de Nueva York, fig.3), en el que dejó patente su gusto por el primitivismo. Las caras de las señoritas de Avignon son máscaras que dan expresividad a los rostros. Picasso fue un referente para Bacon y Giacometti.
Fig.3. Las señoritas de Avignon, 1907, Picasso
En 1922, Giacometti descubrió el cubismo de Picasso y de Brancusi en París. Abrazó el neocubismo de forma inmediata, con un lenguaje muy personal, y se centró, por supuesto, en el cuerpo humano. Se interesó por la escultura antigua griega y el gusto por el arte no occidental, que lo trasladó a su obra “Mujer cuchara” de 1927 (Fundación Giacometti, Zurich, fig.4) en la que combinaba las formas simples del arte moderno y sencillas del arte africano con las geométricas del cubismo.
En 1929 realizó “Cabeza que mira”, escultura plana de yeso, con una leve hendidura que sugería un ojo. Este trabajo llamará la atención de los artistas surrealistas. Pronto investigará la relación de los sueños y su lenguaje y creará mundos oníricos con imágenes insólitas. Los dos tuvieron una etapa surrealista anterior a la guerra. Giacometti realizó obras como “Mujer degollada” de 1932 (Kunsthaus, Zurich, fig.5), y objetos como “objeto inútil o invisible” de 1934 (Galería de arte de la Universidad de Yale, New Haven) que sedujo a Breton.
Fig.5. Mujer degollada, 1932, Giacometti
Los surrealistas lo rechazaron en 1935 cuando descubrieron que trabajaba con modelos y con mayor expresividad. A Francis Bacon también lo excluyeron los surrealistas en la exposición de Londres de 1936. Entre 1938 y 1944, Giacometti se trasladó a Suiza y comenzó con sus minúsculas figuras. Después de la guerra, creó sus obras más populares: figuras estilizadas y muy alargadas, de contornos desdibujados que recordaban a la figura humana de lejos. Fue lo más parecido a su visibilidad de la humanidad, y descubrió su preocupación sobre el espacio. Bacon comenzó a pintar en 1931, debido a su poco éxito, casi todas sus obras fueron destruidas por él mismo, e inició una nueva fase en su vida pintando “Tres estudios para figuras en la base de una crucifixión” de 1944 (Londres, Tate Gallery, fig.5).
Fig.5. Tres estudios para figuras en la base de una crucifixión, 1944, Francis Bacon
Bacon, al contrario que Giacometti, fue autodidacta. Ambos utilizaron a modelos como familiares, amantes o amigos para realizar sus obras. Giacometti los utilizó en sus comienzos, los abandonó en el surrealismo y volvió en el existencialismo. En cambio, Bacon siempre los utilizó.
Ambos pintaron autorretratos como “Tres estudios para autorretrato” de Bacon, 1976, (colección particular, fig.6) o “Autorretrato” de Giacometti, 1963 (Kunsthaus, Zurich).
Fig.6. Tres estudios para autorretrato. 1976. Francis Bacon
Bacon mostró en sus pinturas la vulnerabilidad del ser humano, la fragilidad de su cuerpo, una carne que era más animal que humana. Giacometti dejó la impronta de sus manos en sus esculturas tanto en el trabajo inicial como en el final. Presentó sus figuras escultóricas escuálidas, incluso cercenadas. En ambos sus seres se manifestaron desamparados, solitarios, incluso recluidos.
Los artistas europeos de después de la posguerra utilizaron otros medios distintos a los tradicionales para captar la esencia de su obra, puesto que en los tiempos que les habían tocado vivir consideraron que no había inclusión para lo clásico. Emplearon distintos soportes y medios para expresar lo que sentían, lo que habían vivido, y para ello, se sirvieron del barro, del yeso, la cola, también arañaban superficies densas, derramaban pintura.... Sin embargo, Bacon utilizó los medios clásicos para la pintura como el óleo sobre lienzo y el viejo formato, el tríptico, muy utilizado en la pintura occidental, pero que Bacon empleó para expresar el sufrimiento humano como comportamiento humano, y no con fines religiosos como se utilizaba tradicionalmente. El tríptico no es utilizado para narrar un acontecimiento como se hacía antiguamente, sino que con él mostraba la misma imagen desde tres puntos de vista. Giacometti empleaba el yeso o la arcilla para moldearla, con poca consistencia física y dejándola en su más simple esencia, y luego, las fundía en bronce. A veces, al contrario que otros artistas, utilizaba estos materiales como resultado final. Fue el caso de “Mujeres de Venecia” (Colecction Fondation Giacometti, París, fig.7) creadas para la Bienal de Venecia de 1956, ocho esculturas de yeso. Pero Giacometti, a diferencia de los escultores clásicos, no las pulía, sino que dejaba su seña de identidad en todas ellas.
Fig.7. Mujeres de Venecia,1956, Giacometti
Bacon y Giacometti optaron por la pintura figurativa y no por la abstracción propia del informalismo europeo. El informalismo corría paralelo al expresionismo abstracto americano en el que primaba la abstracción, la experimentación, la expresión, la espontaneidad, lo automático. Lo que Michel Tapié llamaría “el arte otro” en 1951. Se preocuparon por la búsqueda del espacio, la percepción del aislamiento, y la desprotección del ser humano. Bacon estuvo entre la figuración y la casi desfiguración de las cabezas que pinta, esbozando una nueva percepción del hombre torturado, destruido. Destacaba, en ambos, la deformación de los cuerpos representados. Bacon reprodujo cuerpos golpeados, despedazados, amputados y sangrientos. Aunque admitió que no se sentía inscrito en ningún movimiento artístico, recurrió al expresionismo, a la figuración, al informalismo. El rostro abstracto de las personas que retrataba recuerda a las caras picassianas. Por otra parte, Giacometti tanteó una salida a tal desengaño con el existencialismo de Jean-Paul Sartre, en la que su aseveración principal fue que la existencia del hombre precedía a su esencia. En esta doctrina encontraron una respuesta a su propia conducta. Giacometti llevó a cabo las ideas existencialistas a través de la escultura. Retiraba tanta materia a sus esculturas que mermó al máximo la figura que representaba, dejando lo indispensable para tolerar la existencia. Sartre dijo de él que era, “el artista existencialista perfecto, a mitad de camino entre el ser y la nada”. El existencialismo se veía como un rechazo del surrealismo aunque tuvieran en común el hincapié por la subjetividad, pero difería de él en la idea de la realidad y de su compromiso ante ella. Giacometti reflejó en su trabajo este precepto con exactitud. En 1950 creó “Figurita entre dos casas”, (Museo Nacional de Arte Moderno, Centro George Pompidou, Francia, fig.8) obra propiamente existencialista en la que utilizó el motivo de la caja para extraer conceptos como el confinamiento, el aislamiento, la angustia de la existencia. Estos conceptos se extrajeron también en las obras de jaulas. En 1950 crea “En el bosque” (Fundación Giacometti, París,, fig.9) donde nos mostraba que el ser humano podía sentirse solo incluso cuando estaba acompañado de personas.
A los existencialistas les inquietaba la nada, el vacío y el abismo. Fue una preocupación que se extendió a artistas, como Bacon, y que los llevó a estudiar la figura en el espacio. Sin embargo, Giacometti creía que había que tratarlo por separado. Las figuras de Bacon y Giacometti se encontraban desnudas y perjudicadas en una especie de caja que las comprimía. Los retratos se encontraban en soledad, aislados, el cuerpo deformado, inamovibles, que sobrecogían. Los retratos pictóricos de Giacometti fueron muy similares a los de Bacon que se ubicaban en recintos como si estuvieran enjaulados, confinados. Esto lo mostraba a través de líneas verticales y horizontales. El espacio de Bacon era un espacio negativo, con figuras encajonadas por unas pocas líneas.
Bacon y Giacometti utilizaron el cuerpo como distintivo de la identidad. El cuerpo era la materia donde se expresaba, se experimentaba. Siempre fue el mejor medio simbólico con multitud de conceptos y formas de representar desde antiguo, y con un código que mostraba el tipo social que se puede ser y donde podíamos posicionarnos en la vida. Las imágenes del cuerpo físico y social con un modelo normativo y estereotipado anterior a la Segunda Guerra Mundial en el que se dio prioridad a la masculinidad, se volvieron controvertidas. Los artistas dieron prioridad a la ambigüedad física y sexual. Los seres humanos representados por Bacon no controlaban su cuerpo ni se podían proteger en sí mismos. Se cuestionaba los valores y la identidad del hombre. El cuerpo estaba deconstruido, y lo hacía como si fuera un objeto mutilado, deforme, contorsionado, seres que vomitaban, sangraban, rostros desdibujados, deformados y que volvían a la animalidad, a veces confundiendo la carne humana con la no humana. No había límites a la hora de representar. Había etapas de metamorfosis que le daban la cualidad de degenerado. Las habitaciones en las que se encuentran son asfixiantes, e incluso demasiado iluminadas. Son imágenes turbadoras y reiterantes. En sus estudios de papas, Bacon versionó varias veces la obra de Velázquez a la que llamó “Estudio de Inocencio X” de 1953 (Museo Des Moines Art Center, fig.10); la boca está desencajada en un vacío irrespirable. Exterioriza el horror y la angustia.
Fig.10. Estudio de Inocencio X, 1953, Francis Bacon
Giacometti, al igual que Bacon, también pintó, y lo mismo que realizó con la escultura lo hizo con el dibujo. Eliminaba líneas en el dibujo y esto hacía que las figuras que representaba fueran más imprecisas. Pintó retratos con una calma sobrecogedora. Las atravesó por líneas verticales y horizontales que encuadraban las obras y sugerían las líneas escultóricas de las jaulas. Las cabezas, donde condensaba la masa pictórica de sus pinturas, era el resultado de una labor de corrección y de otra capa de pintura encima. Estudió la cabeza y captó la mirada y el brillo del individuo. Los colores utilizados por Giacometti eran monocromos como los colores tierra o grises, Bacon, en cambio, utilizaba cualquier tipo de color y los combinaba. Los colores vivos de Bacon recuerdan a los cuadros de Matisse. El fondo de los cuadros de Bacon, al igual que en las obras de Giacometti, era de un color homogéneo para destacar las figuras representadas. Los retratados, en ambos artistas, solían estar sentados, tumbados, o a cuatro patas en el caso de Bacon.
Ambos han sido considerados como dos seres aislados, que después del final de la guerra, no se unieron a ninguna corriente ni a ningún grupo artístico. Bacon admiraba a Van Gogh, otro ser solitario. Bacon y Giacometti creyeron en la importancia del cuerpo humano y, para ello, se dejaron influir por los antiguos maestros, a los que versionaron. Los dos utilizaron jaulas o zonas cerradas para aislar las figuras en su entorno. Estudiaron el cuerpo fragmentado o deformado, y los dos representaron la nueva figuración. Las esculturas de Giacometti estaban aisladas en el espacio, al igual que los seres que pintaba Bacon, siempre desolados, angustiados y atormentados. Los estereotipos que crearon ambos son fácilmente reconocibles. No crearon escuela, pero fueron artistas únicos. Representaron conductas que fueron toleradas por algunos artistas ante lo experimentado en el siglo XX. Conductas que conmovieron a todos por igual.
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-https://albertogiacometti.guggenheim-bilbao.eus/exposicion
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-https://historia-arte.com/obras/estudio-del-retrato-del-papa-inocencio-x-de-velazquez