Seguramente el arte moderno comenzara con Ingres. Las formas espectrales de sus imágenes y la categoría de lo bizarro, que definiría sus obras, darían paso a lo renovador. Sus obras eran contempladas con estupefacción o perplejidad. Las vanguardias de principios del siglo XX serán vistas de manera diferente a lo formal. Se relacionará las distintas propuestas pictóricas con la autonomía del arte del juicio estético de Kant, un juicio libre, autónomo y desinteresado. Según Greenberg la crítica artística emerge de una evolución histórica, en consecuencia, hay un distanciamiento de los valores burgueses. La vanguardia rehúsa el trato político. Para Greenberg la vanguardia se adscribe a un medio metafísico, desligado de la existencia. El artista de estas vanguardias produce obras autónomas y se aleja de los valores externos para centrarse en la experiencia formal, el arte por el arte. He aquí donde se alcanza la libertad. La autonomía, el repliegue sobre los propios medios y la unidad, pureza, abstracción son los rasgos del arte moderno que estableció Greenberg. Éste cree que todas las vanguardias, excepto el surrealismo, trabajan la abstracción, puesto que son reaccionarias y se implican políticamente. En este caso, sería un arte no autónomo y lo excluye del origen del arte moderno. La respuesta crítica a la narrativa formalista de Greenberg llega enseguida, niegan la autonomía en el arte al rechazar los valores burgueses y la no utilidad de un arte desinteresado. La respuesta a Greenberg es un arte no autónomo, antiestético. Otra cuestión no reflexionada por Greenberg y que Jean Clair reivindica, es la relación del arte moderno con la realidad y el artista comprometido con ella. Jean Clair analiza el arte de entreguerras mediante la noción de melancolía. La persona melancólica tiene un sentimiento de tristeza, de distanciamiento con relación al mundo y en estado de auténtica soledad. No comprende lo que pasa a su alrededor. La poesía pictórica de De Chirico es melancólica y se encuentra entre el límite de la vanguardia y lo antiguo. Es en este límite donde determinados críticos creen que se establece la modernidad. Indaga para encontrar un arte desinteresado y autónomo, algo habitual en las vanguardias, sin embargo, no cree en reformar a los seres humanos por medio de ella.
Las obras metafísicas de De Chirico transmiten paz, hay un silencio abrumador que envuelve el espacio pictórico. El mundo que crea De Chirico es irreal, y se encuentra unido estrechamente a las imágenes del mundo onírico. El mundo del sueño es incomprensible, fascinante y perturbador. Pero no llega a ser una cuestión totalmente metafísica. Para llegar a comprender esa otra realidad enigmática de sus cuadros metafísicos habría que hacer un ejercicio de abstracción de nuestros pensamientos y conceder a las imágenes (a algunos objetos y momentos de la vida) otra visión completamente distinta a la que se presenta en nuestro cerebro. Sin recuerdos y sin un nexo entre los entes y nosotros, la lógica de nuestra vida se destruye. Si eliminamos esta solo nos quedaría una escena vista desde otra arista. Sin embargo, la escena no está alterada, solo nuestra forma de percepción. De Chirico lo explica de esta manera: “[…] entro en una habitación, veo a un hombre sentado en una silla, del techo pende una jaula con un canario, en la pared descubro cuadros, en una estantería libros; nada de ello me sorprende nada me asombra puesto que el collar que enlaza unos recuerdos con otros me explica la lógica de lo que veo; […] por causas inexplicables e independientes de mi voluntad se rompa el hilo de ese collar, [...] quién sabe qué estupor, qué terror y, tal vez, qué dulzura y qué consuelo encontraría mirando esa escena”.1 La mayoría de las personas ven escenas comunes, pero solo algunas personas con gran sensibilidad pueden ver el aspecto metafísico. De Chirico cree que las cosas tienen más apariencias aparte de la mencionada, un segundo, tercer o más aspectos, distintos al primero pero similar al segundo o metafísico.
Las obras realizadas en la época metafísica de De Chirico, evocan a las ruinas clásicas de la Antigüedad. Sus formas arcaizantes rememoran un pasado nostálgico que sucumbe a las primeras décadas del siglo XX. Se vislumbra un progreso tecnológico e industrial que plasma De Chirico en las locomotoras que avanzan inexorables en la lejanía del paisaje o esas torres rojizas que desolan el paisaje. Representan la amenaza de un futuro próximo que va a llevar a la decadencia a la humanidad. De Chirico no enaltece la modernidad, pues decía que los peores males del mundo eran esta y el nazismo.
Giorgio De Chirico. Piazza d´Italia. 1913.
Una de sus obras, Piazza d'Italia es la imagen de una plaza prácticamente desértica. Los objetos que la conforman están fuera de contexto: los soportales, la torre, la locomotora, el cubo, la escultura… En el medio de la composición hay una estatua de las calles, en una habitación de pie o sentadas. Esta estatua parece interrelacionar con dos viandantes de apariencia confusa. Estos sujetos se convierten en signos, dejan de ser seres animados para pasar a objetos.
Giorgio de Chirico. Héctor y Andrómaca. 1917.
Incorporará en sus pinturas el autómata o maniquí como es el caso de la obra Héctor y Andrómaca de 1917 realizada durante la Primera Guerra Mundial. Esas figuras deshumanizadas que parecen más esculturas que personas, están estáticas y sus cabezas ovaladas sin rostro no transmiten emoción alguna, pero confunden sus connotaciones humanas. El hombre ya no es hombre, es un objeto que es arrastrado por la degeneración del futuro. No tienen identidad, no hay rastro de espíritu, son tratados como autómatas para llegar al progreso.
El hombre es un personaje insignificante en comparación a la perturbadora escena que le rodea, por eso suele estar apartado y aislado. La desolación, la soledad junto a la luz crepuscular está en estrecha relación con ese pasado que se queda atrás para dar paso a una modernidad acelerada y acechante. Freud decía que estas sensaciones conducen al desconsuelo infantil que se encuentra en casi todos los hombres.
Giorgio de Chirico. Misterio y melancolía. 1914.
En Misterio y melancolía de la calle de 1914, la estatua no está presente pero se intuye amenazante mediante la sombra en el suelo que parece esperar a la niña que juega sola y desprotegida en una esquina. Las negras sombras alargadas son amenazantes y proyectadas por la arquitectura y la escultura. La luz que incide en los lienzos de De Chirico es predominantemente rojiza y amarilla, colores habituales de la ciudad de Turín.
Las obras metafísicas de De Chirico presentan una apariencia serena, pero da la sensación de que algo va a ocurrir y va a romper esa calma. Esa apariencia de los objetos y de la realidad que vemos nos parece insólito. La escena no tiene sentido alguno y es abrumadora por ser inalcanzable. Las formas infinitas de la perspectiva y sus puntos de vista complicados hacen del paisaje un universo utópico e irreal. La base de una estética metafísica se encuentra precisamente en la construcción de sus ciudades. Los griegos preferían los pórticos, las terrazas, las calles oscuras, la serenidad trágica, y se guiaban de su conocimiento estético y filosófico. De Chirico desea esa vuelta al Clasicismo.
De Chirico cree que los trances metafísicos automáticos se dan tanto en pintores como en escritores y califica estos instantes de dichosos. Para De Chirico, un ejemplo de escritor metafísico es Julio Verne. Cree que todas las personas tienen esos trances, y se manifestarían como una anomalía similar a la locura. La impresión y extrañeza que sintió De Chirico cuando vio una imagen de una época terciaria con ausencia humana en el libro La tierra antes del diluvio desembocó en una reflexión sobre lo que provoca la inexistencia del hombre en un sentido metafísico. No hay humanidad en el hombre. Estas imágenes de época terciaria tienen un paralelismo con las obras de Böcklin, Claude Lorrain o de Boussin, aunque incluyan figuras humanas. Para De Chirico algunos retratos de Ingres alcanzan este límite. De Chirico habla de dos soledades en obras de arte profundas: “una a la que podríamos llamar soledad plástica y que es esa beatitud contemplativa que da la genial construcción y combinación de las formas (materias o elementos muertos-vivos o vivos-muertos; la segunda vida de las naturalezas muertas, naturaleza muerta no tomada en el sentido de sujeto pictórico sino en el aspecto espectral, que podría tener también una figura supuestamente viva); la segunda soledad sería la de signos, soledad eminentemente metafísica y para la cual queda excluida a priori toda posibilidad lógica de educación visual o psíquica”.2 En los cuadros de sus admirados Claude Lorrain, de Boussin y, excepto algunas obras de Böcklin, existe la soledad de los signos o metafísica.
El arte agitado no es producto del azar, ni de las ganas de innovar ni de la ambición de crear algo nuevo, sino que surge por algunos artistas intuitivos y sensitivos que captan el espíritu del momento. Europa es uno de los continentes que posee un gran bagaje cultural y el nuevo arte se nutre paulatinamente de las señales que ofrece estos períodos, llegando a ser un arte complejo y diverso. Su destino no es el de liberar a la sociedad, ni dar sentido a sus vidas. De Chirico cree que este tipo de arte, aunque turbador y enigmático, será reconocido en un futuro próximo y estudiado en los museos. De Chirico tiene claro que este tipo de arte solo podría crearse en Italia pues es un arte nacido de lo espiritual y esa carga de desconsuelo no prolifera en países como Francia donde “el talento facilón y el gusto artístico bien cultivado mezclado con tal dosis de esprit..., sofoca y dificulta el desarrollo de un espíritu profético”.3 Para De Chirico el arte cayó en declive con el impresionismo, pues piensa que en ese refinamiento sencillo desiste de un arte culto que emite una reflexión profunda, y los grandes descubrimientos nacen en estas condiciones: “[...] los profetas más grandes que cita la historia aparecieron de las tribus y los pueblos de destino más infeliz [...] y el filósofo más profundo que yo conozco, Heráclito, meditó en otras orillas, menos afortunadas porque están más cerca del infierno de los desiertos”.4
De Chirico abraza una actitud existencial. De Nietzsche se queda con su descripción de las ciudades italianas, los bellos atardeceres melancólicos en días de otoño, las plazas distinguidas, llenas de calma y las grandes arcadas que se alimentan de una necesidad. Este pensamiento nietzscheano se manifiesta en la obra de Chirico. De Schopenhauer cuando explica que el procedimiento de abstracción, de intuición y de pérdida de la memoria son los elementos que se deben conjugar para descifrar el mundo visible en su segunda apariencia. Las pinturas metafísicas son la esencia de este mundo visible.
El hombre inteligente o metafísico, según De Chirico, es el que domina los signos del alfabeto metafísico, es conocedor de las tristezas y alegrías que se esconden detrás de una línea, de un pórtico o de un ángulo de una calle. El código moral y estético de las imágenes lo conforman los límites de estos signos. La distancia entre objetos y el lugar que puede ocupar son también cuestiones a tener en cuenta para construir una psicología metafísica. La elección meticulosa y el cálculo de las superficies y volúmenes son normas de la estética metafísica, para ello estudia la metafísica geométrica de Otto Weininger, en la que la forma de cualquier objeto puede producir un sentimiento. Las formas son utilizadas de forma hábil por el pintor para crear una respuesta del que lo observa.
Giorgio de Chirico. Canto al amor. 1914.
De Chirico reflexiona sobre la nostalgia en una realidad inexplicable y en un mundo disgregado. El avance de la industria y la búsqueda de nuevos mercados reavivó la tensión entre los países desarrollados que se las disputaban. La sobreproducción tuvo como consecuencia una exigencia excesiva de rendimiento de los trabajadores y una manipulación a nivel general por medio de la exaltación del nacionalismo. Es entonces cuando estalla la Primera Guerra Mundial. Francia, Alemania e Inglaterra tenían altos índices de industrialización, en cambio, Italia estaba bajo mínimos. Escritores y poetas como Breton o Apollinaire mostraron un gran apoyo a Chirico. Apollinaire creía en el progreso y fue uno de los que secundó la guerra imbuido del optimismo de las nuevas vanguardias artísticas modernas como los futuristas, que creían que el futuro era tecnológico y apostaron por una guerra como fin. El trabajo pictórico de De Chirico impactó en pintores como Ernst, Dalí, Magritte y Tanguy que adoptaron su visión metafísica y pictórica, influyendo en el surrealismo que arrancaba a finales de los veinte del siglo XX. Les interesaba la atemporalidad de su pintura, lo insólito de un objeto o de una situación corriente.
La estética surrealista fue influida por la corriente psicológica de Freud. De Chirico no quiso saber nada de esta corriente y los surrealistas renegaron de él acusándole de realista y de hacer obras para los burgueses. La similitud de los escritos de Freud con los planteamientos metafísicos de De Chirico es asombrosa. Freud decía en su ensayo sobre "la inquietante extrañeza" que cada mirada nueva a lo cotidiano va asociado a la angustia. El distanciamiento de la Antigüedad clásica en el mundo incita a la melancolía que conlleva a una turbadora perplejidad. El manifiesto sobre "el arte metafísico" de De Chirico describía esta perturbación con la misma semejanza que Freud. Lo que consideramos habitual o frecuente en nuestra vida puede resultar desconocido en algún momento de la misma, y esto desemboca en desamparo y consternación. Estos sentimientos se encuentran en los movimientos artísticos de una época que desafían lo que están viviendo, y miran al pasado con nostalgia. Será en los totalitarismos donde se reflejará esta inquietud, y en la mirada de algo cotidiano se esconderá el horror más terrible.
BIBLIOGRAFÍA:
AZNAR ALMAZAN, Yayo, GARCÍA HERNÁNDEZ, Miguel Ángel; NIETO YUSTA, Constanza, Los discursos del arte contemporáneo, Madrid, Editorial Universitaria Ramón Areces, 2011.
CLAIR, Jean, Malinconia, Madrid, Editorial Machado libros, 1996.
DE CHIRICO, Giorgio, “Sobre el arte metafísico “, en Giorgio De Chirico, Sobre el arte metafísico y otros escritos, Murcia, Colegio Oficial de Aparejadores y Arquitectos técnicos, 1990, pp.37-45.
MÉNDEZ BAIGES, María Teresa, Modernidad y tradición en la obra de Giorgio De Chirico, México, Ediciones sin nombre, 2001.
SAÉNZ, Olga. Giorgio De Chirico y la Pintura Metafísica, México, Universidad Autónoma de México, 1990.
Imágenes (en orden de aparición):
https://www.artehistoria.com/es/personaje/de-chirico-chirico-giorgio-de
https://surrealismosa.wordpress.com/2012/05/09/giorgio-de-chirico-y-la-pintura-metafisica/
https://historia-arte.com/artistas/giorgio-de-chirico
https://www.moma.org/artists/1106