Antonio Morata, fiel colaborador de nuestra revista, nos plantea una reflexión sobre el sentido de la vida.
La correspondencia, esa comunicación postal entre amigos, entre filósofos y sus discípulos, es una fuente inagotable de conocimiento a veces más profundo del verdadero sentir y comprensión entre ellos, alejado del formalismo extremadamente cuidado de las obras dirigidas al lector académico. Desde el inagotable Epicuro, a Descartes o Nietzsche, podemos ahondar en la comprensión del pensamiento filosófico a través de su correspondencia. Esta es una carta de un discípulo a su gran maestro, adorado, Platón. Por Mª José López.