Entrevista a Estela Bescós
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Entrevista a Estela Bescós

La autora desvela los entresijos de su novela y su carrera literaria de la mano del colaborador y amigo, Mario Beltrán.

Mario Beltrán | 30 dic 2024

  1. ¿Cómo describirías Besos de Canela y Hielo? Si tuvieras que definirla como la mezcla de otros dos textos, ¿cuáles serían?

Besos de canela y hielo es, en esencial, una suerte de novela-refugio que toma una serie de elementos de la literatura en los que siempre me he encontrado muy cómoda como lectora y que quise explorar como escritora: las familias encontradas, los espacios en los que nos sentimos en casa fuera de esta, las dinámicas positivas —sean de amistad o románticas— y, en definitiva, un enfoque amable del mundo. Es precisamente por eso que bebe de numerosas obras en las que yo he encontrado refugios a lo largo de mi viaje como lectora: dos de los compt titles que empleé en su propuesta editorial fueron Kiss and cry de Andrea Tomé y La canción del lobo de TJ Klune.

 

  1. ¿En qué momento te encuentras ahora, a meses de haber publicado tu primera obra?

Me encuentro en un momento que me da mucha paz, a decir verdad. La obra se publicó hace dos meses, y durante todo el proceso he tenido la suerte de sentir el apoyo de mi editorial, algo que tristemente no se puede dar por hecho en el panorama editorial actual. La novela ha tenido —y sigue teniendo— una buena acogida, está encontrando a sus lectores y estos han tenido la amabilidad de compartir sus experiencias lectoras conmigo. Saber que los lectores están encontrando entre sus páginas el refugio que yo busqué construir durante su escritura es una verdadera delicia.

Por lo demás, me encuentro mirando más al futuro que al pasado; no solo porque Besos de canela y hielo es una novela que terminé ya hace casi dos años, sino porque en el tiempo que ha pasado desde que le puse el punto final hasta su publicación he escrito otras dos novelas. De esto también extraigo una tranquilidad importante para mí, y es que, lejos de ser la meta, esta primera publicación ha sido un punto de partida. Un punto de partida muy dulce, he de decir.

 

  1. Eres estudiante de Medicina de quinto año. En un sentido vital, ¿de qué manera se compagina tu carrera literaria con tu carrera como médico? ¿Qué te aporta cada una y de qué modo se relacionan en ti?

Cualquiera que me conozca sabe que la literatura y la medicina son mis dos grandes pasiones, dos vocaciones que tiran de mí con una fuerza muy similar. Hay personas que tienen suerte de contar siquiera con una vocación, y yo convivo a diario con dos que me exigen un nivel de dedicación que muchos a mi alrededor han llegado a juzgar incompatible. Yo no lo veo así: la medicina satisface en mí una curiosidad científica, una inquietud por una rama del conocimiento tan amplia y concreta como lo es el cuerpo humano y las misteriosas formas en que obra en la salud y la enfermedad; mi interés por la literatura, visto así, no está tan lejos de la medicina. Al final, de ella me interesa la experiencia humana, las infinitas visiones que existen de la vida, los retratos tan variopintos de la realidad que dibujamos con cada novela.

Podría decirse que mi inquietud está en conocer el ser humano tanto en su esfera corporal como en su esfera identitaria. La medicina me da lo primero y la literatura —la lectura y la escritura a partes iguales— me regala lo segundo.

La compaginación es dura, porque ambas requieren mucho tiempo y energía, pero no lo hubiera querido de otra forma. Mi vida se resume un poco en tratar de encontrar un equilibrio entre las dos en el que sentirme cómoda; de momento, como estudiante lo he logrado. Si lo logro como especialista está por verse.

 

  1. Atendamos ahora a la relación entre el proceso editorial desde que la autora envía la propuesta hasta los meses posteriores a su publicación. Sabemos que hay tantas relaciones como personas, pero, con todo lo que has vivido en tu caso y todo lo que has conocido sobre el de personas cercanas a ti, ¿puedes ofrecernos alguna valoración al respecto? ¿Detectas algún patrón en las gestiones de la expectativa y la frustración, los ritmos y la espera, y las comunicaciones entre las partes implicadas?

Es difícil dar una visión imparcial del proceso editorial, mucho menos después de haber entrado en la rueda de publicación. Mi experiencia personal ha sido bastante positiva, pues el aspecto humano del proceso (el trato con mi editora, con la encargada marketing, con personal administrativo) ha sido intachable. Pero una tampoco puede olvidar que las editoriales son empresas, ni de que hay intereses y conflictos económicos de por medio que al final pueden quitarle la magia al proceso. Como ocurre en cualquier trabajo, diría yo.

En este caso, muchos autores pueden experimentar frustración al ver cómo sus expectativas no se cumplen, y diría que esa parte se podría atribuir a la naturaleza artística de nuestro trabajo; es algo que cada autor debe trabajarse durante su trayectoria para protegerse de esas decepciones. Publicar es bonito, y puede ser mágico incluso, siempre y cuando uno sea capaz de tener expectativas realistas. Lo cual es fácil de decir y no tan sencillo de conseguir, no con una industria tan opaca como lo es esta.

 

  1. ¿Cómo percibes el panorama actual de la literatura juvenil en España? A este respecto, ¿de qué modo se inserta Besos en él?

Vivimos un momento curioso en la literatura juvenil de nuestro país. Por un lado, se publica más que nunca (para muestra, un botón: en octubre, el mes de publicación de Besos, se publicaron otras trescientas novedades) y los jóvenes leen con una voracidad que se refleja en las encuestas (la franja de edad entre los 10 y 18 años concentra en España la mayor pasión lectora, de acuerdo con los estudios). Por otro lado, siento que la literatura juvenil —puramente juvenil, aquella destinada a una demográfica de 12 a 17 años; Young Adult en el mundo anglosajón— se está viendo algo desplazada por novelas cuyas etiquetas más correctas serían las de New Adult. Es algo que me preocupa un poco, porque veo un hueco en el mercado entre el Middle Grade y esa juvenil más elevada que antaño se cubría con mucha facilidad, y en el que yo en su momento encontré grandes joyas de las que guardo muy buen recuerdo.

Diría que Besos podría enmarcarse ahí, ya que en su escritura prescindí de contenido explícito que ahora da la sensación de estar en prácticamente todas las novelas juveniles, y doté a la obra de una visión naive y amable del mundo que a mí me dieron otras obras a esa edad,

 

  1. ¿Crees que hoy en día -especialmente para las generaciones más jóvenes- la literatura suele ser una experiencia compartida o, en cambio, tiende a disfrutarse de manera individual? Asimismo, ¿cómo de atravesada piensas que está la lectura por las redes sociales, especialmente Goodreads y las variaciones literarias de estas como Bookstagram, Booktube o Booktok? ¿Qué papel dirías que desempeñan para con la literatura?

Diría que varía mucho dependiendo del tipo de literatura de la que estemos hablando. En la literatura juvenil, la lectura es una experiencia comunal sin duda alguna; los jóvenes leemos mucho, y compartimos sus experiencias lectoras con nuestras amistades, ya sea en persona, en clubs de lectura o a través de plataformas como las que mencionas (Goodreads, en especial, tiene gran fama en la demográfica más joven). Y buscamos nuevas lecturas en las mismas redes, ya que ahí es donde buscamos la mayoría de la información; Bookstagram, Booktube y Booktok, además de servir para que los lectores se relacionen entre sí y compartan recomendaciones, también se han convertido en herramientas de marketing potentísimas. Dicho esto, dos verdades pueden convivir sin problema: aunque sean herramientas muy potentes, recursos como el boca a boca o las recomendaciones de los libreros siguen siendo elementos fundamentales a la hora de dar a conocer un libro. No todo está en las redes, ni todo lo que brilla y parece triunfar es oro.

A la hora de hablar de otras demográficas fuera de la literatura juvenil, me da la sensación de que las redes no son tan fundamentales. Yo sigo descubriendo grandes joyas a través de redes, eso es cierto, y de vez en cuanto algunas novelas de ficción más generalista o no ficción se cuelan en las conversaciones en redes, pero no es lo más usual. Fuera de la literatura juvenil, los medios tradicionales tienen un peso más potente; rara vez vemos una novela juvenil en los periódicos o la televisión. Sin embargo, ¿cuántas novelas adultas se recomiendan en los suplementos culturales de esos mismo periódicos?

 

  1. ¿Qué opinión te merece el anti-intelectualismo del que se habla tanto en redes últimamente?

Gran parte de esta conversación sobre el anti-intelectualismo surgió de una serie de vídeos que se publicaron este verano en BookTok en los que se criticaba la forma en que los lectores se están relacionando con la literatura que consumen, resumiendo sus lecturas en una lista de tropos o aspectos muy simplificados de las obras al recomendarlas. Se habló, también, de cómo la alfabetización mediática está en declive, alegando que muchos lectores —se apuntaba con el dedo a la demográfica más joven, para sorpresa de nadie—, además, leen de forma muy superficial sin capacidad crítica ni de ver más allá de lo que se les dice en el texto. La conversación y el tono de esta escalaron hasta difundirse por otras redes sociales, y a mí me resultó de lo más fascinante.

Para empezar, diría que el tono fatalista que se adoptó a la hora de hablar de cómo los jóvenes se relacionan con la literatura, y de cómo supuestamente esa relación iba a perjudicar a la industria hasta el punto de hacer que no se publiquen «buenos libros», pecaba en gran medida de un pánico moral y un tufillo elitista que no traía nada nuevo a la mesa. Si vas a tener una conversación, uno debería intentar que sea productiva, pero esto solo contribuía a una rueda de estereotipos que se vierten cada cierto tiempo sobre los lectores jóvenes.

¿Está la calidad de la literatura que se publica en declive? Me parece una afirmación demasiado vaga y fatalista como para pretender generar todo un discurso en torno a ella, la verdad. Hoy en día se publican obras de gran calidad, obras de una calidad decente y obras de mala calidad; como ha ocurrido en toda la historia de la literatura. Y aquí seguimos, leyendo y escribiendo y publicando y, por supuesto, quejándonos durante todo el proceso. El alarmismo no me parecía bien fundamentado.

Ahora bien, había aspectos en torno a los que se podría haber generado una conversación muy interesante si las redes sociales fueran un buen lugar para tener debates complejos (no lo son). Por ejemplo, aquello de relacionarse de forma crítica con lo que consumimos como algo contrapuesto a la lectura de evasión. No creo que ambas sean incompatibles; creo, de hecho, que incluso cuando alguien lee una obra con el único objetivo de evadirse se está relacionando de forma crítica con el texto. Porque esto no es algo blanco o negro, hay toda una escala de grises entre reflexionar sobre si estás de acuerdo con lo que está haciendo un personaje y escribir una disertación de gran calado teórico sobre el contenido y forma de una obra. En ambos casos hay un nivel de interacción crítica; de diferente nivel, pero ahí está.

Sí que es verdad que en los círculos de redes sociales se habla a veces de análisis literario como algo que extrae toda la diversión a la lectura, como si fuera algo binario, cuando en realidad se trata de un espectro, y esto es algo sobre lo que estaría bien que los lectores reflexionáramos. Pero el alarmismo no es un buen caldo de cultivo para una reflexión sosegada y productiva.

En definitiva, me pareció que la conversación era interesante, pero lo hubiera sido más si se hubiera llegado a conclusiones constructivas más allá de un alarmismo que solo invitaba a la confrontación.

  1. Coméntanos tu(s) proceso(s) de escritura y qué referentes manejas a nivel creativo.

Mi proceso varía entre una novela y otra, pero a grandes rasgos se resumen en un periodo de barbecho bastante dilatado desde que aparecen las primeras ideas hasta que me atrevo a poner tinta sobre papel. En Besos transcurrieron tres años hasta que empecé el primer borrador; en la última novela que terminé de escribir, cuatro. Durante ese tiempo le doy muchas vueltas a todo lo que tengo en la cabeza, reflexiono sobre quiénes son los personajes, los coloco en situaciones de lo más variadas para llegar a conocerlos a niveles que no se mostrarán en la novela; doy vueltas en círculos a la trama hasta que salgo de los callejones sin salida en los que me meto yo sola, y entonces, cuando tengo un final que me satisface, me pongo a planificar en serio.

Yo trabajo con una escaleta, siempre, sin excepción. Esta escaleta se basa en la estructura aristotélica que todos conocemos, aunque ocasionalmente recurro a los cuatro actos cuando siento que me pierdo en el nudo. Coloco el final, y trabajo la trama desde ahí hasta el inicio; en mi opinión, esto hace que el posterior proceso de escritura me atrape como debe hacerlo una tarea a la que voy a dedicar meses. En los días malos, el final es la luz al final del túnel; en los buenos días, es la chispa que mantiene vivas las ganas de seguir escribiendo.

Una vez la novela está terminada, me dedico releer y corregirla, a dejársela a personas en cuyo criterio confío para recibir su opinión e incorporarla a la novela para mejorarla. Y, si hay suerte como con Besos, a esto le sigue un proceso de edición profesional y su publicación.

En lo relativo a mis referentes creativos, he de decir que varían mucho; leo tanto, a tanta velocidad, y con semejante voracidad, que no paro de encontrar referencias en mi camino, aspectos de cada autor que conozco que admiro y que, en muchos casos, aspiro a incorporar a mi propia obra. De V. E. Schwab admiro no solo su obra, sino también su filosofía de trabajo; de Andrea Tomé admiro su forma de incorporar una prosa compleja y un subtexto magistral a la literatura juvenil; de Robin Hobb, lo soberbia que es su capacidad de crear personajes y psiques complejísimas; de Marta Jiménez Serrano admiro la certeza con la que refleja la experiencia humana y lo magistral de su manejo de la palabra… Y podría seguir ad infinitum.

 

  1. ¿Qué consejo darías a alguien que quisiera comenzar a escribir ficción?

Siempre me da ternura esta pregunta, y aún más la respuesta clásica que todos los autores han dado desde tiempos inmemoriales: eso de que para comenzar a escribir ficción hay que haber leído mucho, leer con voracidad y seguir haciéndolo durante todo el proceso. Y estoy de acuerdo, pero me gustaría aportar algo más con mi respuesta: antes de pretender ser bueno en esto, hay que enamorarse del proceso. Permitirse jugar en el arenero que es la escritura creativa, practicar siguiendo aquello que te gusta, imitar a los que admiramos con la torpeza de los novatos, permitirse ser malo —malo con ganas— antes de acercarse a ser decente en esto. El resto —la mejoría, la técnica, la voz propia, las potenciales publicaciones o, si hay suerte, incluso ese éxito cuya entidad nadie sabe concretar—, de llegar, lo hará sobre esa base. O no lo hará. Pero al menos te habrás enamorado del proceso, y eso siempre merece la pena.

 

  1. ¿Hay algo más que te gustaría añadir?

Con cada oportunidad que me dan relacionada con esta novela siempre ando dando las gracias, así que, por supuesto tenía que darte gracias a ti, por esta maravillosa entrevista y estas preguntas tan interesantes, y a nuestra querida Pilar, editora de la revista Noches de jardín por interesarse en lo que tenía que decir. ¡Ha sido muy entretenido!

 

 

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