–Tan gustosa como ha sido para mí tu historia –respondió Critilo–, será penosa la mía. Dichoso tú, que te criaste entre las fieras y, ¡ay de mí!, que entre los hombres, pues cada uno es un lobo para el otro. Tú me has contado cómo viniste al mundo, yo te diré cómo vengo de él; y así no te diré quién soy, sino quién era...
Se interrumpió Critilo y señalando hacia el mar, preguntó: –¿No ves, Andrenio, no ves? Mira allá lejos. ¿Qué ves?
–Veo unas montañas que vuelan –respondió Andrenio–, cuatro alados monstruos marinos.
–No son sino naves –dijo Critilo mientras suspiraba ahogándose entre penas.
–¿No es esta la deseada flota que me decías? –preguntó desconcertado Andrenio–. Pues ¿de qué te entristeces?
–Advierte, Andrenio –respondió Critilo–, que ya estamos entre enemigos, ya es menester vivir alerta. Procura ir con cautela en el ver, en el oír y mucha más en el hablar; oye a todos y de ninguno te fíes; tendrás a todos por amigos, pero protégete de todos como de enemigos.
–¿Cómo es esto? –volvió a preguntar Andrenio–. Viviendo entre las fieras no me advertiste de algún riesgo. ¿No era mayor el peligro entre los tigres, y no temíamos, y ahora de los hombres tiemblas? Aguarda, ¿no son todos como tú?
–Sí y no.
–¿Cómo puede ser eso?
–Porque cada uno es hijo de su madre y de su humor, casado con su opinión; y así, todos parecen diferentes. Verás unos en el cuerpo gigantes y en el alma enanos; toparás con vengativos que te la guardan toda la vida; oirás habladores necios que te agotarán. Conocerás hombres de burlas que todo lo hacen cuento sin dar jamás en la cuenta...
«Finalmente, hallarás muy pocos hombres que lo sean: fieras, sí, y fieros también, horribles monstruos del mundo, que no tienen más que pellejo y borra, y así son hombres borrados.»
Créeme que no hay lobo, no hay león, no hay tigre, no hay basilisco que llegue al hombre: a todos excede en fiereza.
–Más atónito estoy de oír esto –dijo Andrenio– que el día que vi el mundo.
–Pues aún no te haces idea de cómo es –ponderó Critilo–. Sobre todo te encargo que bajo ningún concepto digas quién somos, ni cómo tú saliste a luz, ni cómo yo llegué acá, que sería perder no menos que tú la libertad y yo la vida.