Nos situamos en el siglo XV, con el que fue el origen de un nuevo movimiento artístico que supuso la primera gran lesión hacia las rígidas censuras de la iglesia en el arte, reflejo del resto de cultura. Este importante acontecimiento acoge el nombre de Renacimiento, que, como bien indica, trata de una resurrección del mundo clásico, con ello, de los mitos griegos.
Las obras que aquí se comentan se sitúan en este grandioso contexto y aclaman a una de sus mayores figuras: Sandro Botticelli, quien ha trascendido a través de los tiempos hasta ser reconocido y admirado en la actualidad por personas de todos los ámbitos.
Nació el 1 de marzo de 1445 bajo el nombre de Alessandro di Mariano di Vanni Filipepi en la capital artística del Quattrocento (primer periodo del Renacimiento): Florencia, Italia. Aquí se alimentó del néctar del naturalismo al rodearse de grandes humanistas como Filippo Lippi, Masaccio y Andrea Verrocchio (futuro maestro de Leonardo Da Vinci), de quienes fue pupilo hasta formar su taller propio en 1470, impulsado por los Médicis, una importante familia de mecenas. Es en esta segunda etapa cuando dio paso al estudio de la mitología, llegando de este modo a producir sus obras más distinguidas.
La primavera se ejecutó en 1477 para decorar la Villa di Castello y plasma en su lienzo la alegoría de la primavera en torno a un conjunto de personajes presentados en un jardín, espacio en el que la misma primavera habría recogido con anterioridad a la diosa del amor y la belleza tras su nacimiento, según contemplamos en El nacimiento de Venus, cuadro realizado ocho años después. Se trata de una escena consecutiva donde el primer cuadro realizado cuenta la segunda parte de la historia y el segundo, la primera.
Una especie de "Star Wars" de la historia del arte, pero elaborado X años atrás y de forma improvisada (ya que se trata de un encargo del que el autor decidió dotar de tal significado, correspondiendo a las características tratadas en una obra pintada con anterioridad). Una idea sublime.
Son numerosos los elementos conectados entre las diferentes representaciones apuntando así como probable esta teoría, ya que en el proceso creativo de la época todo debía tener un porqué, siendo, por lo tanto, difícil pensar en las abundantes coincidencias como mero hecho accidental.
El espacio en el que se desarrollan las escenas discurre en el mismo jardín. En ambos cuadros encontramos árboles realmente similares además de otros signos de flora como las rosas, signo de Venus.
Respecto a los personajes, hallamos a la diosa como eje central de las composiciones; Flora, en la primera secuencia aparece con un manto rojo en las manos, con el que se dispone a arroparla. En el otro cuadro Venus viste dicha prenda.
Para la ejecución del personaje, Botticelli contó con la misma modelo: Simonetta Vespucci, musa de muchos artistas de la época, debido a su gran belleza, correspondiente al canon.
Volviendo a Flora, percibimos la misma indumentaria compuesta por un vestido claro de motivos florales y una guirnalda de mirlo en torno al vientre y el cuello.
Céfiro,viento del oeste y Cloris, ninfa de la eterna juventud, cierran el análisis con su escena secundaria, la cual, se encuentra invertida respecto al resto del cuadro, siguiendo por lo tanto el orden lógico. En La Primavera, el dios menor está raptando a la ninfa para convertirla en su esposa. De esta unión surge Flora, diosa de la primavera. Así, en el siguiente cuadro aparecen los mismos personajes una vez unidos por el amor, alumbrando el “nacimiento de Venus”.
La grandeza del arte se eleva, en la mayoría de casos, por encima de la simple belleza, que queda a un lado tras conocer los significados que se hallan ocultos.