De cuando el Sr. Carroll se metió en un jardín

    Una vez más me encuentro en la diatriba de aventurarme en un proyecto que me inquieta y me siento como el conejo de Alicia: vamos, que llego tarde.

    Dada la naturaleza del demandante y debido a la amistad que le profeso, me veo “obligada” a publicar este artículo. Para que ustedes me entiendan...Voy a hacer lo que comúnmente se llama “meterse en un jardín”.

    Ya que lo nuestro (lo de ustedes y lo mío) va de culturilla, procederé a bucear en este “osado proyecto literario”.

    Jardines famosos hay muchos: el de las Hespérides, el de las Delicias, el de Eloísa está debajo de un almendro (que digo yo, que el almendro en algún sitio plantado estaría…) Y el que nos ocupa ahora, el de Alicia, el jardín de Alicia en el país de las maravillas.

    Y es que los primeros que nos metemos en un jardín con esta obra somos los maestros recomendándola como literatura infantil. Por mucho que lo disfracen con ediciones exquisitas de páginas de oro; algunas vienen con fotos de la Alicia original, que aventuran lo que te puedes encontrar y de las intenciones del autor…

    En mi humilde opinión (y, créanme, es muy humilde), Alicia en el país de las maravillas no es en absoluto un libro para niños y, quizá, para algunos adultos en periodo de fermentación tampoco.

    Volviendo a esas fotos... en algunas ediciones (pueden googlearlas en su dispositivo más cercano) aparecen fotos de Alicia y sus hermanas con no demasiada ropa. Disfrazarse y fotografiar a los niños era una práctica común en el siglo XIX y, como dijo alguien que pensó esto por mí…: “¿Quién les ayudaba a vestirse o desnudarse?”, dada la idiosincrasia de los participantes. Algo que nos escandalizaría en grado sumo hoy en día era más que corriente en el XIX.

    Lewis Carroll, pederasta confeso, autor de esas fotos y algunas cartas (cartas que posteriormente se “chivan” como los naipes en el cuento), manifestó sus inclinaciones amorosas hacia Alicia y su deseo de convertirla en su esposa.

    Hasta aquí todo bien; chico conoce a chica, le hace fotos, se las guarda, escribe a sus padres profesando su deseo de formalizar sus relaciones... Sí, a no ser por el pequeño detalle de que nuestra futura prometida tenía ¡9 años!

    Por supuesto, esa amistad que se había fraguado entre la familia de Alicia y el autor se ve franqueada por ese “minúsculo obstáculo”. Los padres estaban convencidos de que era a la hermana mayor a la que pretendían y por eso permitían esos bucólicos paseos en barca, ya que creían que la pequeña actuaba de carabina.

    “Roto de dolor”, Lewis Carroll escribe este alegato a la inmadurez en el que a la protagonista no se molesta ni en cambiarle el nombre.

    Y ahora viene la segunda parte de nuestro artículo, lo que, por ser de cosecha propia, se adentra en lo más frondoso del libro.

    La figura de Alicia, como dije antes, es un alegato a la inmadurez: Alicia eres perfecta con 9 años, me gustas así, no crezcas. Pero no es un Peter Pan, cuyas ansias de libertad y aventura le pueden, no. Para empezar Alicia cae en la madurez literalmente por un agujero. Siguiendo a los mayores (a ese conejo blanco), a ese reloj que poseen adultos, pero no niños. El reloj es el primer paso al “chaval, te vas a hacer mayor y vas a depender de esto hasta que te mueras”. De hecho, lo último que se sabe de una persona en vida es eso: la hora de la muerte.

    Bueno, que me “enjardino”… Cae en esa ficticia madriguera, llena de mapas, libros de estudio, actividades formativas que simbolizan la juventud.

    Al tomar tierra firme, al llegar a la etapa adulta, lo primero que se encontrará será una carrera absurda entre animales “que hablan” y en la que se demuestra la valía de la manera más dispar. Como Alicia sale victoriosa le otorgan el primer premio: un dedal. ¡Ay…, niña! Que por mucho que compitas y te esfuerces, tu lugar está en casa, cocinando, criando y cosiendo…

    Es más que conocida la alusión a las drogas de las galletas y botellitas que debe tomar, aunque yo iría más allá. ¿No piensan ustedes que quizá a lo que se refiere es a la toma de decisiones? A los niños siempre se les dice lo que hay que hacer, incluso a los jóvenes (nadie habla de que tengan que hacer caso).

    Veamos ahora cómo se presenta el mundo adulto en la obra:

- El sombrerero loco: celebra con el resto de personajes el “No cumpleaños”. Que ¿por qué? Porque cumpliendo años… se envejece.

- El rey: representa la justicia en este caso, un sistema judicial absurdo y poco ético, de lo que se deduce que los adultos no son justos con los niños.

- La condesa blanca: con ese cerdo que trata como a un bebé… La maternidad… Los niños solo lloran y molestan: no seas madre.

- Los naipes de la reina: el mundo laboral, el trabajo, el ser servicial en el que acaba convirtiéndose un adulto. Conclusión: estás mejor siendo una niña, no tienes que trabajar.

Y por último… “God save the Queen”: la reina roja.

“¡Que le corten la cabeza!”

    La reina roja simboliza la menstruación, en esa pasión enfermiza por cortar cabezas (expulsión del endometrio) y teñir las rosas blancas (la pureza) de rojo; no es sino un guiño desafortunado a las hormonas femeninas y al periodo de ovulación. Lewis le dice: la menstruación es mala, lo mancha todo e impide que sigas siendo una niña.

    Y yo te digo, nosotros te decimos: Alicia, viaja, fórmate, disfruta, procrea (si lo consideras necesario, los niños no solo lloran, también besan y hacen collares de macarrones). Crece, madura, que también ser dueña de tus decisiones y meterte en según qué jardines tiene lo suyo de maravilloso.

-----------------------------------------------------

Imagen de Cecilia Tombesi tomada del artículo de Analía LLorente "Alicia en el país de las maravillas: ¿quién fue Alice Liddell, la niña que inspiró a Lewis Carroll a escribir su famoso libro?", BBC News Mundo, 4 de julio de 2020 disponible en https://www.bbc.com/mundo/noticias-53202029.